Me descalcifico pensando en tus ojos.
Quiero que me veas ausente de males para que puedas apreciar todo lo que quiero darte. Todo aquello que pueda ofrecerte será lo que me queda después de retorcer todos los anillo de una constelación doliente en el interno mar de desesperanzas que contraje en un mal viaje. No hay nada que no pueda regalarte, lo adquirido entre las cuatro lindes que forman el horizonte de mis posesiones podría pertenecerte, sólo tienes que saltar por la ventana como un valiente y permitirte poseerlo, poseerme.
Desgaja esa granada y permítete estallar dentro de una posesión permitida, estoy aquí solo tienes que decir que sí.
Di que sí.
No me dejes sola con la piel sin posesión, con las manos repletas de pertenencias. Seré pobre si lo deseas pero di que sí:
Olvídate y déjame sin saber porque hay vida detrás del oleaje;
Olvídate y sángrame el pecho de senos helados;
Derrámame junto el estiércol de tu pasado pero no me mates con tu ausencia en las próximas cien guerras de días sin ti;
Malgasta tus balas en las próximas cien bocas que beses sin poseerlas porque no se dejarán.
Solo yo sé lo que es ser tú.